ALFONSO REYES @futbolgrafo

MUCHO RIVAL, DEMASIADOS NERVIOS

Quizá en la actuación que peores críticas va a recibir Álvaro Giménez, por su incomprensible error en aquel remate de cabeza con todo a favor en el minuto 60, quería comenzar este undécimo álbum de FUTBOLGRAFÍAS con esta imagen que, además de denotar un muy buen gesto de delantero -acunando con el pecho un balón muy llovido y con ninguna ventaja entre dos defensores-, la pelota le tapa parte del rostro al delantero y acentúa el símbolo de su altruista y esforzado trabajo para el colectivo, opacando muchas veces el brillo de sus estadísticas.

El Real Zaragoza se descompuso emocionalmente a partir del primer gol del Tenerife. El golpe cayó como una bomba y la imagen siguiente, antes de sacar de centro, pareció una réplica futbolística del Guernika de Picasso. Vada, cabizbajo; Cristian, medio oculto tras el colegiado, rumiando que quizá pudo oponer una mayor resistencia al disparo de Elady; Francés, sacudiendo su frustración con un pelotazo; Petrovic, mirando a ningún lado como quien cruza un paso de cebra; y Mesa y Narváez, distanciándose entre ellos y adentrándose en una indisimulable depresión momentánea… que duró toda la tarde.

El naufragio fue colectivo, pero si un jugador muestra una versión irreconocible de sí mismo es Narváez. El colombiano se sabe lejos de su mejor momento y tiende a enredarse en fricciones y disputas que le llevan a desconectarse del juego y del equipo. Nunca se sabe bien si le han dado fuerte o si está forzando una acción en la que apenas le han tocado. Aquí se dolía con motivo del empeine, pero su relación con el colegiado estaba ya tan desgastada -nuevamente- que apenas le atendió ninguna demanda.

JIM siempre detectó que su equipo no se encontraba cómodo en el encuentro y que se dirigía a un peligroso abismo. Incluso durante los primeros minutos, en los que el Real Zaragoza pareció algo superior al Tenerife y desde la grada se trató de empujar para crearle presión al rival, el técnico estaba dedicado con vehemencia a que sus jugadores bajaran pulsaciones, porque todavía no se manejan con claridad mental cuando se transita la fina línea entre la tensión y la crispación.

El punto de ebullición llegó cuando un desencuentro entre Petrovic y Mollejo generó un conato de trifulca justo delante del banquillo del Real Zaragoza. Al más puro estilo de Luis Aragonés, JIM no dudó en saltar al terreno de juego y retirar a puro agarrón a Vada del tumulto. Como la imagen exacta ya la publicamos en la crónica, comparto este instante inmediatamente posterior, ya de vuelta en el área técnica y todavía en fase eruptiva con el argentino.

Esta imagen, reclamando un penalti en el área del Tenerife con una coreografía improvisada por Mesa, Giménez y Vada, ahonda en la excesiva desesperación que envenenó al equipo a partir de que el rival se adelantara. Todos, y ellos los primeros, sentíamos que este partido era una oportunidad inmejorable para llegar al final de la primera vuelta con todas las aspiraciones vigentes, y ese expectativa no supo gestionarse bien emocionalmente y terminó por incendiarnos en cuanto el encuentro se puso cuesta arriba.

Francés, quien hace apenas dos semanas nos colmó de felicidad y nos regaló fotografías de incontenible euforia, también fue de los más expresivos a la hora de mostrar la desesperación e incredulidad con lo que el partido le estaba deparando al Real Zaragoza. En esta ocasión, el lamento es por el remate de cabeza desaprovechado por Álvaro: la mejor ocasión de todo el encuentro.

Juanjo Narváez, como venimos insistiendo en las últimas horas, sigue en ese proceso de búsqueda personal y no termina de encontrarse. Se nota que no se reconoce jugando y esa incomodidad le lleva a pelearse con todo y con todos, entrando en una espiral ciertamente autodestructiva. La rabia consigo mismo la arrastró al ser sustituido, aunque supo contenerse y no golpear con demasiada violencia -evitando dañarse la mano- el techo del banquillo. Nótense, a la altura de su cabeza, las gotas que volaron con el impacto.

El Real Zaragoza, a partir de verse por detrás en el marcador, se pasó el partido persiguiendo al Tenerife, sin poder superarle en ningún momento. Los cambios apenas cambiaron nada y el rival dio una lección de cómo jugar cada minuto del choque. He elegido esta FUTBOLGRAFÍA, con un veterano con galones como Míchel y Borja Sainz subido a su espalda, porque resume lo que fue el partido para el conjunto aragonés: siempre persiguiendo sombras y con mayor voluntad que acierto para adueñarse de la pelota.

En medio del naufragio, con la decepción helada de la derrota recién confirmada, un jovencísimo espontáneo quiso acercarse a saludar a sus ídolos y Fran Gámez, pese a la indudable sorpresa, demostró su calidad humana saludándole con afecto. Reconforta -aunque no deba saltarse al campo- pensar que, en un partido tan imperfecto y con una temperatura tan baja, los más jóvenes todavía tienen el deseo de vivir un instante de cariño con los jugadores de su equipo.

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