Lugo 0 – 0 Real Zaragoza. TREINTA IGUALES (J.30)

TREINTA IGUALES

El Real Zaragoza, impreciso e impotente, juega el mismo partido de casi toda la temporada y firma -en casa del colista- su octavo empate sin goles para alejarse a seis -más average- de la Ponfe. Simeone y Gueye tuvieron el triunfo. Destacó Jair

✍ Javi Hernández (@SepiaHdez)

📷 Archivo Alfonso Reyes (@Futbolgrafo)

Sálvase quien pueda. Este león no le muerde a nadie y en Lugo, en su visita al colista de la clasificación, firmó el mismo partido de casi toda la temporada: impreciso e impotente, temeroso por momentos, para sumar su octavo empate sin goles del curso y seguir reptando hacia una permanencia que cada semana se presume más agónica. Quien no marca, no gana. Y quien no gana, está condenado al sufrimiento hasta finales de mayo. Habrá que embalsamar a Jair y a Cristian entre semana, para que no se pierdan ninguno de los 12 encuentros que quedan, y celebrar como propios los goles que les marquen al Málaga y a la Ponferradina. No nos estamos quedando ni para vestir santos. Si todo va bien y nadie resucita, cumpliremos una década y un año en el infierno. No hay zaragocista que se merezca esta condena.

El Real Zaragoza está atrapado en el mismo encuentro desde agosto y, lo que es peor, parece incapaz de salir de la misma infame temporada año tras año. Una despreocupada e irresponsable lectura de la situación deportiva durante el pasado mes de junio, ampliando el contrato de un director deportivo ya sin más recorrido en la entidad y apostando por un entrenador sin el cuajo que esta plaza exige cuando se atisba tormenta, nos han devuelto al temor de que, al contrario de lo que quería anticipar el lema del curso, lo peor esté por venir. Lo peor sería un descenso todavía muy posible, pese al empeño de la Ponferradina y del resto. Si se evita, ojalá sí, lo peor será vivir otra campaña más parecida a estas últimas. La paciencia de todos está al límite.

Por un momento, cuando vimos la alineación, creímos que habíamos aprovechado bien la mañana del viernes, subiendo a la Ciudad Deportiva y preguntándole a Escribá cuánto de cerca estaba realmente Grau de volver a ser titular y si se habían planteado jugar con tres centrocampistas centrales. El técnico reconoció que lo habían hecho, sobre todo después de partidos en los que habían recibido goles, pero pensaban que podía restarnos llegada. La respuesta parecía desactivar la opción una semana más y, de repente, Grau -a quien en la previa podíamos esperar en lugar de Zapater- fue la única novedad en la alineación, pero por Puche.

¿Jugaríamos, por fin -con la doble ausencia de Azón y Mollejo parece la mejor opción que ofrece esta plantilla-, con tres centrocampistas centrales, liberando a Bermejo y a Bebé en sus diagonales ofensivas? Eso parecía… hasta que terminó el tristísimo minuto de silencio por Pelayo Novo previo al choque y se vio a Francho irse demasiado a banda derecha. Seguía siendo un 442, un 4231 si se quiere, con Bermejo cerca de Simeone esta vez, pero sin cambiarle el dibujo lineal al centro del campo.

Bebé apenas tardó un par de minutos en estrenar el larguero de Whalley con uno de sus misiles inteligentes desde más de 30 metros. En esta ocasión fue a balón parado y dejó al Anxo Carro tiritando, incluso antes de que bajara la temperatura con la caída de la tarde. El Lugo no amenazó tanto por alto como se avisó y, sin embargo, sí concentraba su escaso veneno en el descaro valiente de sus extremos. Moyano y Aviles fueron un reto permanente para Luna y Nieto. Diremos que Marcos mejoró sensiblemente con el paso del partido y que Carlos -ya con Cuellar como oponente- claudicó en el cuarto de hora final, estropeando un partido muy serio defensivamente hasta ese momento.

Si nos dieran medio euro cada vez que una circulación termina en nuestro portero o centrales y éstos se la pasan entre sí sin solución de continuidad, tendríamos pagada la cuota de autónomos hasta la jubilación. Ese tercer centrocampista central del que hablamos, además de liberar a quienes atacan por fuera y proteger mejor al equipo ante cada acometida rival, añadiría una opción más a un circuito que todavía sufre menor dinamismo si no es Francho quien se ofrece desde el doble pivote. El canterano estuvo indisimulablemente incómodo durante la primera media hora y sólo cuando encontró su lugar, el Real Zaragoza comenzó a combinar y a profundizar, casi siempre por banda derecha.

El partido llegó al descanso siendo casi un folio en blanco. Ningún entrenador hizo modificaciones y el árbitro le dedicó a Luna una amarilla excesiva, nada más comenzar la segunda mitad, por un ligero pisotón en el empeine de Moyano. Y de repente, de la nada más absoluta, llegó un fogonazo de genio de Simeone…, definido con la torpeza que le acompaña desde que entramos en 2023. Zigzagueó para dejar atrás a Torres y a El Hacen, y abrió la puerta de la frontal del área rompiendo la cintura de Alberto Rodríguez con un cambio de ritmo de otra categoría. Cuando ya se había adentrado a la altura del punto de penalti y apenas quedaba la resistencia de un portero rival que ya se vencía hacia su derecha, quiso buscar la escuadra izquierda con el interior de su pie derecho: talonó mal con el otro y el balón, de manera increíble, no encontró portería.

Ya son nueve los partidos que lleva sin anotar el argentino y, pese a ello, sigue siendo el máximo goleador del equipo -seis tantos-, doblando al segundo… El conjunto aragonés había salido mucho mejor tras el descanso, tratando de anticipar en cada disputa y logrando numerosos robos en campo contrario, que situaban el encuentro en el campo del Lugo. Escribá detectó que el gol podía estar próximo y le procuró a Gueye la redención prometida. Entró por Bermejo a falta de 25 minutos y el 442 volvía a ser indiscutible.

Es cierto que el senegalés no ganó un balón largo y que cualquiera defiende que no marcó el gol del triunfo porque Larra no gestionó bien el instante y le intentó asistir medio segundo antes de lo debido, en una acción que -como la de Simeone– era gol o gol; pero Gueye no pareció un cuerpo extraño como tantas otras veces ha ocurrido. No es suficiente, por supuesto, ni mucho menos busca ser un atenuante. Apenas trata de explicar el rendimiento de un cambio que acaso fue el menos imperfecto de los cuatro que introdujo Escribá. Larra y Vada sustituyeron al amonestado Luna y a un creciente Francho: el primero sufrió atrás cuando Moyano volvió a la banda y el argentino firmó unos minutos de absoluta intrascendencia como falso banda derecha.

Puche sustituyó en los minutos finales a un agotado y desesperado Simeone. Hubiera sido una buena ocasión para acercar a Vada a Gueye y que el canterano se ubicara por derecha, pero esa batalla táctica tampoco parece que la vayamos a ganar. Quizá Sans hubiese sido una mejor opción que Puche para jugar arriba. A Nieto se le hizo muy largo el partido y Jair estuvo imperial de principio a fin. Cristian no subió a rematar ningún balón parado en los minutos finales, pero acabó el choque blocándole un cabezazo ganador a Rodríguez para sumar un nuevo punto, que sólo los permanentes tropiezos de Málaga y Ponferradina convierten en valioso. Octavo empate sin goles, en el mismo partido de casi siempre. 30 iguales.

LUGO: Whalley; Loureiro, Pantic, Alberto, Andoni López (Clavería, ,77); Xavi Torres, Gui (Zé Ricardo, 64), El Hacen (Baena, 86); Avilés (Cuéllar, 77), Moyano; y Barreiro (Scepovic, 64).

REAL ZARAGOZA: Cristian Álvarez; Luna (Larrazabal, 73), Lluís López, Jair, Nieto; Grau, Zapater; Francho (Vada, 73), Bebé; Bermejo (Gueye, 67) y Simeone (Puche, 82).

ÁRBITRO: González Francés (Canario). Amonestó a Gui (34), Loureiro (38) y Luna (47).

INCIDENCIAS: Partido correspondiente a la trigésima jornada de Liga, disputado en el Anxo Carro. 4.600 espectadores.

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