El Real Zaragoza se viene resbalando en la tabla, castigado por no encontrar nunca la peseta que le permita llegar al duro -cuando estamos bien en defensa, somos incapaces de marcar medio gol y cuando vemos puerta, no sabemos blindar la nuestra…-; mientras el periodismo se entretiene despellejando a los imperfectos Torrecilla y JIM -por carecer de licencia para la caza mayor- y la afición ya no sabe de qué disfrazarse, ni cuántos pañuelos agitar, para que algo cambie de una vez. El corazón y la fatiga nos susurran al oído que hay que vender ya, cuanto antes mejor, para empezar a ganar y salvar la categoría sin más apuros. Pero la conciencia y la información ordenan el camino: hasta que no se empiece a ganar y se termine de asegurar la permanencia, no habrá venta. Una venta de verdad, al menos. Donde ninguno de los actuales propietarios continúe: ni fuera ni dentro, ni cerca ni lejos. Ganar, salvarse y vender.