"Zapater: La mirada de niño y la sangre de capitán"
ALFONSO REYES @futbolgrafo
La semana pasada, en la anterior entrega de FUTBOLGRAFÍAS, compartí el relato en imágenes de lo que, a pie de campo y mirando el partido por el objetivo de la cámara, había acontecido contra el Cartagena. Aunque resultó una derrota dolorosa y sería recomendable pasar página -por venir ya de ganar en Alcorcón-, he preparado un último especial de aquella noche, centrado en la figura de Alberto Zapater, el capitán que debutaba en esta temporada tras superar unas pequeñas molestias musculares. Fue un estreno lleno de emociones para él, empezando con este saludo a sus hijos al salir a calentar, donde quien muestra el brillo de la mirada de un niño es el propio Alberto.
Unos minutos más tarde, media hora aproximadamente y ya con el brazalete brillando en su antebrazo, Alberto pasa de padre a padrino. No se tome la frase en un sentido literal, desconozco si la niña que lleva en brazos es su ahijada, lo más probable es que se trate de la hija de un aficionado muy zaragocista que quiere -como ocurre ya desde hace tantos años- que nuestro compañero Tino Gil la inmortalice, junto con otros pequeños, con el once inical del Real Zaragoza antes de comenzar el partido. Y ahí, los brazos de Zapater siempre son de los más solicitados.
Los partidos para Zapater duran mucho más que 90 minutos. Se diría que los sigue jugando en su cabeza varias horas después de haber terminado y también comienza a competirlos mucho antes de que el árbitro señale el pitido inicial. A escasos segundos de que comience, su ascendencia sobre el resto de compañeros entra en ebullición y trata de activar a todos para comenzar con la mejor de las temperaturas. Eguaras, por ser vecino de posición y tener un carácter algo menos incandescente, es una parada habitual en este ritual colectivo.
La mejora que el equipo experimienta en el balón parado cuando es Alberto quien pone en juego la pelota -apenas unos días más tarde firmaría, junto a Eguarás, una de las mayores obras de arte que se recuerda en una pizarra- ya sostiene la presencia de esta imagen en el especial. La atenta mirada del público a sus indicaciones de director de orquesta y, sobre todo, el cartel que parece darle la bienvenida al fondo son dos detalles que llenan de significado esta fotografía.
Su voz se escucha durante todo el partido, incluso con la feliz vuelta del público a la grada. Se pasa todo el partido hablando, dando instrucciones a sus compañeros, viviéndolo al máximo y logrando que su equipo lo haga también. En esta acción en concreto se aprecia como, tras una falta táctica de Fran Gaméz, está dando órdenes a su línea defensiva para que desactiven algún desmarque rival o cualquier tipo de desajuste táctico puntual que estuviese advirtiendo en ese momento.
Zapater nunca ha necesitado ser un fino estilista para mostrarse como un futbolista muy fotogénico. Su compromiso permanente y esa filosofía innegociable de ir con todo a cada disputa nos deja pinturas tan intensas como ésta. Aquí, además, se aprecia -aún mejor que en la imagen anterior- el vendaje en el muslo que le acompañó durante todo el encuentro y que aludía a las molestias en el cuadriceps que le impidieron jugar durante los dos primeros encuentros.
Como si el guión del duelo supiese que estaba haciéndole un seguimiento a Alberto, además de tratar el partido en su totalidad para la crónica de leonsepia y del diario As, el visitante Tejera creyó buena idea atacar de cabeza un balón al que también aspiraba nuestro capitán. El impacto resultó innegociable y generó algún escalofrío, aunque nunca se temió por la integridad de ninguno de los dos futbolistas más allá de la chapa y pintura habitual en estos casos.
El cabezazo con Tejera provocó una brecha abierta en la ceja derecha del ejeano y, una vez reparada por el doctor De los Martires, hubo que acercarle una camiseta limpia para que pudiese acceder de nuevo al terreno de juego. No fue inmediato, porque le atendieron en la banda contraria a los banquillos y hubo que correr perimetralmente el terreno de juego para dársela. Empezó con la mirada de niño y acabó con la sangre del líder que es.
Será difícil encontrar una foto más icónica para describir a Zapater que ésta. Yo no tengo ningún mérito, podríamos decir que se la hizo él solo. La mirada fija, el gesto concentrado, la respiración entrecortada, cargando la batería para el esfuerzo inmediato; el sudor pegándose con el uniforme, la ceja suturada y el brazalete orgulloso. Basta con enfocarle para que una fotografía a Alberto nos cuente todo eso.
Hasta su última acción en el terreno de juego –Adrián entró por él en el minuto 84- lo intentó y dejó todo porque el Real Zaragoza tuviese una mejor suerte en el encuentro. El instante capturá su esfuerzo por atacar un centro desde banda, pese a la férrea marca de los centrales del Cartagena.
La afición aplaudió fuerte cuando salió su número para ser sustituido, reconociendo su buen partido, y Zapater fue Zapater incluso ahí. El equipo iba perdiendo y no había un segundo que perder, mucho menos para dedicárselo a uno mismo: salió a la carrera, renunciando a cualquier baño de masas y poniendo su bienestar siempre al servicio del colectivo. Por todo lo que le ha ocurrido a lo largo de su carrera, vive cada partido como si pudiera ser el último y, para FUTBOLGRAFÍAS, era obligado dedicarle un especial que le rindiera un homenaje. Un capitán debe ser lo que es Alberto y todos los zaragocistas tenemos la suerte de que es el nuestro.