CON LA MIRADA NO SE DEFIENDE

Pablo Díaz Stalla

con la mirada no se defiende

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El equipo corre, recupera posiciones, no queda en inferioridad en las transiciones defensivas; pero no es intenso y no se atreve a realizar 2 contra 1

Este lunes la dura y fría realidad nos golpeó de manera contundente. Dos goleadas en apenas ocho días, en las que el Real Zaragoza ha parecido un juguete roto en manos de sus rivales. También hay que decir que, sin estar haciendo las cosas demasiado bien durante la primera parte de La Rosaleda, el conjunto aragonés debió llegar al descanso con un resultado positivo, ya que dispuso de tres ocasiones claras o muy claras. La que siempre se genera Giuliano: él solo, presionando y robando una cesión al portero; lo logra superar, pero -como no confía en su pie izquierdo para finalizar- tarda un segundo más para rematar con el derecho y es el tiempo que necesita el defensa para cruzarse y desviar a córner una pelota, que tuvo que ser gol o gol. ¿Las otras dos? No lo fueron tanto, era casi imposible. Vada, en el punto de penalti, remata flojo y luego Bermejo dispara con zurda muy alto un centro raso dentro del área. En ambos casos, las asistencias fueron servidas por Bebé. Las tres tienen algo en común: falta de intensidad, por ausencia de confianza, en el remate. Para meter gol hay que tener la opción y confiar en que vas a lograrlo. ¿Qué pasa cuando perdonas? Todos lo sabemos. Si no rematas a un rival que llega muy herido y permites que se levante, por no ser contundente en la definición en este caso, lo lógico es que termine ganándote. No sólo te gana, te acaba arrollando porque defiendes -como decía un entrenador en mi juventud- con la mirada. El Zaragoza corre, recupera posiciones, nunca queda en inferioridad en las transiciones defensivas, al contrario; pero no es intenso y no se atreve a realizar ‘dos contra uno’ ganadores en defensa.

La línea debe de tirar el fuera de juego cuando existe la opción de que un atacante no regrese a tiempo, para ello hace falta comunicación

Los goles recibidos en Málaga son el mejor ejemplo. En el primero, Lago Junior recupera un balón cerca del área propia y conduce muchos metros hasta conectar con Delmás. Sale Nieto y Julián realiza una pared para ganar línea de fondo y dar un pase atrás, al borde del área, donde llega sin marca Fran Villalba para poner un centro enroscado a la espalda de Larra y que Rubén Castro abra el marcador con una definición de alto nivel. El Real Zaragoza corrió sin balón y llegó a acumular ocho jugadores por tres del rival, pero en ningún momento dieron la sensación de estar en disposición de recuperar el balón. Y eso es defender. En el segundo, Rubén Castro controla mal un muy buen pase de un jugador sin marca en el círculo central. De haberla dejado muerta en ese primer toque, podría haber marcado él. No fue así. Lluis le encima y Castro cede el balón a Lago Junior al borde del área; Fran Gámez permuta la posición de Lluis López y es Francho quien se empareja con Junior. La presión no es efectiva y el extremo dispara desde el borde del área: 2-0. Otra vez superioridad: cinco contra dos, pero ningún dos contra uno en ningún momento defensivo. Y el tercero, Molina decide no presionar al poseedor del balón en el círculo central y abrirle la puerta, negando un pase a banda mucho menos peligroso… Febas acepta el regalo, conecta con la profundidad de Castro: vaselina y 3-0. Sólo un detalle defensivo más, que quizá revele una preocupante -si es así- falta de comunicación: la línea debe de tirar el fuera de juego cuando existe la opción de que un atacante no regrese a tiempo: pudo hacerlo en el cuarto del Alavés y debió hacerlo en el primero del Málaga.

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