Ahora sabemos por qué el monolito negro de la película de Stanley Kubrick en ‘2001: Odisea en el espacio’ era rectangular.
Un juego se convierte en deporte cuando sus reglas delimitan, de forma estricta, su desarrollo. Un deporte se transforma en una competición cuando se ejerce frente a rivales que persiguen el mismo objetivo. Ahora, si una competición degenera en estrictamente competitiva, se desvirtúa su práctica, ya que sólo se somete al resultado. En ese momento, los valores del deporte quedan a merced del negocio o los intereses particulares. Los niños y las niñas, en edades tempranas, socializan, se comunican, discuten y se divierten jugando. De pequeños, debido a la mezcla de ingenuidad y ocio, la diversión o el entretenimiento priman sobre las reglas. A partir de los seis años, se impone la ley del más fuerte, quien se adueña del balón o fija las reglas del juego para serlo. Tras la victoria en esa primera disputa, la criatura Alfa lanza el hemisférico al cielo. Mientras surca el espacio, esa pelota se ha transformado en un arma de pasión masiva que se apodera de nuestras emociones. Ahora sabemos por qué el monolito negro de la película de Stanley Kubrick en ‘2001: Odisea en el espacio’ era rectangular. La alegoría de esa figura, tomada de la novela de Arthur C. Clarke, representaba un campo de fútbol.