Urge ganar. Disculpen la obviedad en un medio de pago. Quizá por ello la hemos llevado al único párrafo de la previa que dejamos al descubierto… La victoria, más allá de lo evidente, no es inaplazable porque no haya terreno de sobra para recuperarse de un cuarto tropiezo -que nos dejaría colistas con casi toda seguridad…-, sino porque todos vamos a seguir encerrados anímicamente en la pesadilla de la temporada pasada hasta que lleguen las primeras alegrías de este nuevo curso. Por mejor que se esté jugando y más registros que tenga la plantilla, no va a importar. Debemos cortar este tóxico cordón umbilical para nacer a una nueva vida, libre de tanto antidepresivo y donde quizá encontremos pomada en primavera.
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Acercar a Narváez al área -de manera proactiva, sin ampararse en las libertades que él se toma y que nos desequilibran la estructura- es una exigencia táctica para JIM. Rechazar la oferta que llegó del Elche a mitad de verano, por insatisfactoria que resultase -2 millones de euros, menos un 20% para el Betis- ha impedido la llegada de uno o dos delanteros contrastados y fiables: cedidos o libres, claro. Si hemos apostado por el colombiano, liberémosle ya como el segundo delantero que es y ordenemos un nuevo sistema para ello.
¿Será ésta la tarde en la que ambas peticiones serán concecidas? Podría ser. El insuficiente nivel de James y la llegada todavía muy reciente de Vada -gran novedad de la convocatoria, además de que Francho siga con la Sub21- podría conspirar a favor de un cambio a un 442, donde JIM recuperase el doble lateral y Narváez jugara por detrás de Giménez. Bermejo seguiría por derecha y Eguaras y Zapater sostendrían el doble pivote.
Optaremos por este posible once, más por aplicarle un método deductivo al momento -entre ausencias y presentes futbolísticos- que por un convencimiento profundo. Nos cuesta creer que esta plantilla vaya a jugar en un 442 como sistema patrón, ya que acumula demasiados centrocampistas que se encuentran incómodos orbitando por fuera. El olfato indica que la alternativa más habitual, a medio o largo plazo -incluso durante un mismo partido-, podría ser el 4312, que sólo dejaría fuera de foco a Borja Sainz -podría acomodarse como atacante en un contexto de partido con espacios que castigar- y a César Yanis: él sí, a priori, más dependiente de jugar en el extremo.
Insistir esta tarde con el 4141, además de seguir orillando de un modo sangrante a Narváez -cuatro goles desde diciembre con esta propuesta, dos de ellos de penalti-, o condenándonos a un desequilibrio, que muchas veces será fatal, cuando se desentiende de las obligaciones de su banda, supondría darle la enésima oportunidad a James -con todas las que acumula el nigeriano, yo me arreglo en las próximas diez vidas-, acelerar hasta la sorpresa el estreno de Vada, apostar de inicio por el necesario liderazgo final de Adrián o recurrir a Sainz y colocar a Bermejo como interior. Quizá esta última sea la variante que más cerca compite con el cambio al 442 y la vuelta del doble lateral, pero todavía cuesta imaginar como titular a un Sainz que no ha logrado trascender en ninguno de los encuentros anteriores.
El Alcorcón, cuya alineación indebida de la última visita terminó siendo oxígeno puro para la salvación final, quizá sea el equipo de la categoría que presente menos novedades. Juan Hernández, extremo de la cantera del Celta, fatiga ahora su banda izquierda y promete un duelo intersante con Gámez, donde Zapater quizá deba acudir con el extintor a alguna cobertura. Y el uruguayo Zarfino ha sido contratado a última hora para aliviar el socavón central provocado por la fractura de clavícula de Juanma Bravo. Arribas pondrá el talento, Gual las fintas, Xisco la rotundidad y Anquela la sabiduría. Cristian quiere revancha y Narváez sueña con que le dejen entrar en el quirófano -en el área-: no hay nadie mejor con el bisturí para cortar, por fin, el cordón umbilical que nos empieza a asfixiar.
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