José Mendi
cARCE DIEM
Cantaba Carlos Gardel que veinte años no es nada. Lo serán sin ansiedad…
El problema de la ansiedad no está en la crisis que se desata cuando surge el pánico. Lo terrible es que, quienes la padecen, se pasan todo el día preocupados por si llega el temido ataque de nervios. En realidad, esa espera tan angustiosa es la ansiedad. Dicha inquietud transforma un brote, más o menos casual, en un trastorno que se queda a sufrir con nosotros. La ansiedad nos prepara para hacer frente a las amenazas que nos asedian cada día. Para ello, nuestro organismo libera unas hormonas -el cortisol y la adrenalina- que nos activan. Pero si estamos todo el día en tensión, por si pasa algo malo, caeremos derrotados por nosotros mismos. Unos elevados niveles de estas hormonas del estrés nos causarán más daño que el que pretendían evitar manteniéndonos en guardia permanente. Viene esto a cuento porque la salud del zaragocismo depende de que ustedes y yo vivamos lo suficiente como para ver a nuestro equipo en Primera. Cantaba Carlos Gardel que veinte años no es nada. Lo serían sin ansiedad… Los seguidores blanquillos llevamos cantando las diez de últimas -temporadas-, pero siempre nos quitan el triunfo. Los aficionados somos de guiñote y los demás se mueven entre los órdagos urbanísticos y las timbas de póker profesional.
El estrés positivo se llama ‘eustrés’, nos activa y motiva; pero este equipo vive en el ‘distrés’ de una película de Almodóvar
No toda la ansiedad es mala. Caemos en el error de acusar de malvado al estrés y no siempre es así. Si nos activa y motiva, es positivo, y le llamamos eustrés. Si nos agota, el estrés crea ansiedad, toma su sentido más coloquial y en psicología lo llamamos distrés. En el aspecto mental de la competición deportiva es fundamental conocer cómo se comportan estas variables en los jugadores, en las líneas tácticas y en todo el equipo. La relación entre estrés y rendimiento es una curva en forma de U invertida. La activación a través del estrés va mejorando el rendimiento hasta que llega a un punto óptimo. A partir de ahí, el exceso de tensión o activación disminuye el rendimiento. En psicología lo llamamos Ley de Yerkes-Dodson. La clave de un equipo técnico, con el entrenador a la cabeza (y el departamento de psicología deportiva) es encontrar ese punto multipolar de máximo rendimiento gracias al estrés positivo, evitando la generación de ansiedad. Pero hoy nuestro equipo está en manos de Almodóvar, ya que lo que vemos correr sobre el campo son jugadores al borde de un ataque de nervios. Por eso, en el caso del Real Zaragoza, la curva que vincula activación y rendimiento competitivo se asemeja más bien a una recta en caída libre, como la cuesta abajo de nuestra cartera conforme han ido avanzando las fiestas del Pilar.
La autoridad sólo existe cuando los demás la reconocen. Hay personas que necesitan reafirmarse en una opinión, por muy equivocada que esté
La profesión de entrenador es sencilla porque tienes un equipo de segundos y, además, un segundo equipo de ayudantes en el que estamos los socios y seguidores, técnicos y entendidos del balompié: preparadores físicos, periodistas, analistas y psicólogos deportivos, que vivimos con tanta pasión como razón el discurrir de nuestro león blanquiazul. Todos damos, con buena fe y de forma altruista, los pertinentes informes a diario para corregir, ayudar y mejorar el nivel competitivo del equipo. Esa misma actividad profesional la conviertes en complicada cuando no haces caso a nadie. Hay personas que necesitan reafirmarse en una opinión, por muy equivocada que esté, para reforzar su autoestima y autoridad. Se olvidan de un principio fundamental de las organizaciones: la autoridad no se tiene, ya que sólo existe cuando los demás la reconocen. Y la única persona con mando en nuestro equipo se llama Cristian Álvarez. Asumir errores, aceptar cambios y atender otras alternativas que no salen de uno mismo convierten a un jefe en un responsable. Si además consigues que un grupo se implique en resolver problemas comunes, y sean parte de una solución en la que todos ganen, entonces -y sólo así- eres un líder.
Diez días que estremecieron al fútbol: un título de novela (de John Reed) para un tenebroso inicio de mes de octubre
Le dijimos a Carcedo que convirtiera su táctica en estrategia, porque estaba al mando de un comando del fútbol y no de una brigada de artillería liguera. No nos hizo caso. Frente al Villarreal B prefirió organizar un batallón suicida en lugar de un grupo de geos. Cortaron el cable correcto gracias al retardo del temporizador. Aunque los espectadores nos pareció ver de TEDAX a Mr. Bean y no a McGyver. Este equipo es puro carbono. No tanto porque tienda a ‘encarbonarnos’ a menudo, sino porque este elemento químico se presenta en la naturaleza -física y futbolística- en tres posibles formas: diamante, grafito y carbono amorfo. Quizá un día aparezca una joya, pero últimamente sobrevivimos con bisutería deforme. Tanta duda sobre lo que nos depara cada nueva temporada la resolvió, hace tiempo, Forrest Gump. El Real Zaragoza es, año tras año, una caja de bombones. Nunca sabes qué equipo nos va a tocar. Pero si nos gusta el chocolate, será mejor que Carcedo utilice cacao y no convierta un postre de leones en una chuche para mininos. La soledad del entrenador sin fondo la vimos, en toda su crudeza, en el minuto 73 del partido contra el Racing. Una cumbre, sin cima y a ras de campo, entre el entrenador blanquillo, su segundo –Corona– y Javi Suárez. Carcedo está en cuclillas sobre el campo. Esa posición, tan natural, en la que no sabes si te vences para delante o hacia detrás, pero sabes que te vencen. De ahí hasta el final fueron los minutos más tristes del equipo, en un partido más gris que la vestimenta sacerdotal del míster. Al menos, en un funeral se lleva el morado. Pero si desapareces, ni siquiera se puede certificar la defunción de este limbo futbolístico. Si John Reed hubiera sido un periodista deportivo maño, habría titulado su novela: ‘Diez días que estremecieron el fútbol’. Un relato imprescindible para explicar la involución del equipo en este inicio de octubre cojo.
Se debería abordar el diagnóstico de la institución, aunque sea más inaccesible que la Ciudad Prohibida de Pekín
Analizar lo ocurrido frente al Oviedo, al Eibar, al Racing o el Villareal B no tiene sentido, porque es imposible sacar consecuencias de hechos concretos. Pasaron cosas muy diferentes y, sin embargo, el final es similar: “Carcedo vete ya”. Si los accidentes ocurren de día, de noche -cuando hay mucha circulación o está la carretera vacía, vayas por un camino o una autopista- es muy probable que el problema esté en el coche y/o en el conductor. No es posible hacer un diagnóstico meramente psicológico del equipo. Se debería abordar el de la institución, aunque sea más inaccesible que la Ciudad Prohibida de Pekín. Analizar una situación amorfa con parámetros racionales es un contrasentido. La paradoja nos podría llevar a la conclusión de que Carcedo es un buen entrenador. La conclusión es que quizás no sea el técnico que necesita este equipo. Pero ¿era necesaria la continuidad de Torrecilla? ¿Es lógico que Cuartero no sólo sobreviva a Isabel II, sino que pueda hacerlo a Carcedo I? Un sinsentido que lo dice todo de este club.
¿Tan difícil es que ellos hagan su negocio y yo pueda disfrutar de mi equipo?
Como falta un plan y no hay proyecto -conocido-, no es posible seleccionar las mejores herramientas para llevarlo a la práctica. Volviendo al coche: si necesitamos comprar un vehículo, la pregunta es para qué lo necesitas. ¿Ciudad o carretera?, ¿uso profesional o familiar? Si no tenemos respuestas acordes a lo planeado, podemos comprar un deportivo para cosechar en el campo o ir en limusina a comprar el pan. Si lo previsto sólo era hacer un campo nuevo, ¿tiene sentido hacerlo en una Segunda eterna y una RFEF amenazante? Si la alternativa es comercial, ¿saben los americanos lo ocurrido en el fracasado centro comercial de PLAZA?, ¿son conscientes de que la familia Solans ha puesto en venta la Torre Outlet de Pikolin? Y yo, como aficionado, me pregunto: ¿tan difícil es que ellos hagan su negocio y yo pueda disfrutar de mi equipo? ¡Qué cosas escribo! Lo que hace la desesperación.
La frustración de la desilusión es peor que la del fracaso
La afición zaragocista habló el sábado en La Romareda. La frustración de la desilusión es peor que la del fracaso. Los seguidores nos entregamos cada nueva temporada. Renovamos y pagamos nuestra localidad pensando que alguna vez será la última temporada en Segunda. Seguro que un año acertaremos. Nos queda la duda de si por ascenso o descenso. Comenzamos todas las competiciones -y todos los partidos- con ímpetu y pasión, pero la frustración que nos implanta este equipo nos conduce a la indefensión aprendida. Esa sensación de que, hagas lo que hagas, nada ni nadie puede revertir una situación negativa. Si las respuestas no cambian los comportamientos, los estímulos comienzan a no importar demasiado. Es la cruel sensación de los zaragocistas que no hemos hecho nada malo para merecer esto. Si acaso, haber permitido que un club se convirtiera en sociedad anónima. Pero el dinero de la liga de las estrellas nos nubló la visión deportiva.
Donde esté un buen adoquín maño, no hay tablet que resista
La previa del partido con el Villareal B la protagonizó la rueda de prensa de un técnico que fue tan claro en los gestos como vacío en los contenidos. Carcedo elevó el tono, como para darse ánimo a sí mismo y que pareciera convencido, aunque no fuera creyente. Batió el récord mundial de pestañeos por sílaba. Su imagen fue la de la ansiedad echa carne, quizás ya chamuscada antes de entrar al horno del estadio. ¡Menudo papelón! El técnico ha caído en la trampa de su propia metodología. De hecho, a Carcedo Mardones ya le llaman ‘Carcepo Marrones’. Tras diez años de aguantar a la criatura, nos van a enseñar a los socios a educar al equipo con tecnología. Donde esté un buen adoquín maño, no hay tablet que resista. En situaciones como ésta, los seguidores blanquillos llegamos al conocido punto de no retorno. Esa extraña y familiar sensación, por la que deseamos que gane nuestro equipo aunque nos acecha la tentación satánica de sospechar que lo mejor es que pierda para que se arreglen las cosas. Tras el primer gol zaragocista, los jugadores fueron corriendo a abrazar al entrenador. Carcedo pensó lo mismo que Julio César cuando vio a un grupo de colegas ir a darle un achuchón. Pero no reconoció a ningún Bruto. Tras acabar la celebración y tocarse la espalda, comprobó que los aceros no habían salido de La Misericordia. Luego llegaron los temblores habituales, la exhibición de Cristian y la elasticidad finita de Azón tras la llegada a gol de Zapater. Hasta en los comandos suicidas hay alguien que destaca por ofrecer su pellejo para salvar a los demás. Su sacrificio merecerá la pena si es para revertir una dinámica, pero será en vano si es para ganar una semana a la agonía. El veterano gobernador ejeano devolvió al condenado de la portería eléctrica -en la que ya se había acomodado- al corredor de la muerte futbolística. En la operación de salvamento del soldado Carcedo pusimos los puntos, pero queda pendiente la cirugía. Ganar un partido, compaginando la alegría de la victoria frente a los de Castellón con el malestar ante la gestión de una plantilla, espoleó ese perfil bipolar al que nos acostumbra este equipo. Ahí estamos. Una pena. Ahora sólo queda un camino, expansión o victoria. Las dinámicas positivas en el fútbol son una excusa o un amuleto. En psicología somos más de ciencia que de creencia. Las dinámicas de victoria consisten en aprovechar las ocasiones favorables. Para eso hay que competir con intensidad. Trabajar, en definitiva, para convertir un comando suicida en una liga de hombres extraordinarios.
Quién sabe si lo que vimos el sábado fue un regreso al futuro de hace diez años…
Si este grupo de jugadores disputa cada partido como si fuera el último, estamos dispuestos a reducir la condena al nuevo escuadrón suicida de DC Comics. Pero si en lugar de superhéroes volvemos a encontrarnos con el comando de liberación de los Monty Python, la condena balompédica será perpetua. Quién sabe si lo que vimos el sábado fue un regreso al futuro de hace diez años. El 4 de marzo de 2012, Abraham Minero dio la victoria al conjunto blanquillo en el minuto 93. El adversario era el Villarreal. Aquel estertor en forma de gol cambió la historia de aquella liga. Si el reloj de las curiosidades del tiempo marca un destino, no cabe duda de que éste sería el momento para que el DeLorean del león despegue.
Romper el ritmo ‘carcediano’ y volver a un fútbol circadiano
La pasión zaragocista es creciente, pero el equipo ha llevado una trayectoria menguante. Tengo la impresión de que el equipo funcionó cuando los jugadores se impusieron al técnico o, al menos, pudieron convivir con su idea futbolística. En las últimas semanas, o en los cambios, el entrenador es el que ha marcado territorio. En este caso ‘terrortorio’. Sabemos que todo es cíclico en la vida. Unas veces nos van mejor que otras. Pero en este club las órbitas se van alejando cada vez más del regreso a la élite deportiva. Conocemos los ritmos circadianos que regulan nuestro organismo alrededor de la vida, cada día y cada noche, en todos los seres vivos. Tiene importancia en las variables fisiológicas y psicológicas que controla. Desde el sueño a la secreción de hormonas. Nuestro equipo debe abandonar el jet-lag en el que se ha instalado. Para eso necesita romper el ritmo ‘carcediano’ y volver a un fútbol circadiano. Por el momento, sobre el césped, solo vemos a doce hombres sin piedad. Uno –Cristian– sin piedad con los delanteros rivales y los otros diez -más el entrenador- sin piedad con el fútbol ni con la afición. Los nuevos propietarios compraron un chicle pensando que, aunque estuviera muy mascado y con el sabor de fresa insulso, se podían hacer vistosas bombas de negocio a precio de saldo. Ahora saben que, en realidad, era un caramelo -‘cuarterado‘, de esos esponjosos que se pegan a la dentadura, pero sin recorrido hinchable. O afrontamos el reinicio de un proyecto futbolístico o seguiremos viendo la salutación del equipo maño, al inicio de cada partido, como el de unos zombis dispuestos a un nuevo fracaso. El entrenador y los futbolistas que salieron al campo el sábado, rememoraron la leyenda de los gladiadores en el Coliseo romano mientras saludaban al público. Sus gestos decían una cosa, pero en su cabeza se entonaba “morituri te salutant”-Los que van a morir te saludan-. En cambio, en la grada, escuchábamos con claridad: “qui mortui sunt te salutant” -Los que están muertos te saludan-. Luego llegó el zapador Zapater para construir un puente hasta Granada. Disfrutemos del momento, dijo el entrenador. ‘Carce Diem’.