En igualdad de condiciones, priman las experiencias agradables. Es un modo de supervivencia para que los sinsabores no nos vuelvan amargados
Las películas son más interesantes si, tras una mala obertura, mejoran conforme avanza el desenlace. Sin embargo, parecen peores si la irrupción de los rótulos finales le salvan de una demoledora crítica final, a pesar de un brillante comienzo. Es lo que tiene la memoria. Se queda con lo mejor y lo más reciente. Para que un recuerdo se consolide en nuestro cerebro debe estar ligado a una emoción. Pero, en igualdad de condiciones, priman las experiencias agradables. Es un modo de supervivencia para que los sinsabores de la vida no nos vuelvan unos amargados. Todos los zaragocistas con uso de razón, sabemos dónde estábamos el día que Nayim se convirtió en la cigüeña parisina que nos trajo la criatura más preciosa de nuestro palmarés. Por eso, la memoria de los seguidores maños está deseando borrar este decenio maldito, esperando que se difumine en nuestra aficionada memoria, tal y como lo hacen las lágrimas en la lluvia (Blade Runner, 1982). Soy consciente de que me va saliendo el epílogo de una temporada que no ha terminado. La cabeza me lleva al futuro para mejorar el presente y borrar lo sufrido. No me acuerdo de la angustia, y seguro que en la historia podremos convertir este decenio futbolístico, en la Alesia maña. Esa famosa batalla que perdieron los galos de Ásterix frente a los romanos y de la que nunca se quieren acordar en sus historietas.