¿A quién va usted a creer, a mí o a sus propios ojos? (Sopa de Ganso, 1933)
Vemos para creer, siempre que lo que miremos esté de acuerdo con lo que pensamos. Pero si nuestras creencias no coinciden con las percepciones, no se preocupen: modificaremos la realidad para que se ajuste a nuestras ideas. Este complejo mecanismo psicológico, que utilizamos a diario, se convirtió en uno de los principios menguantes de los hermanos Marx. En la película “Sopa de ganso” (1933), Chico se disfraza de Groucho y suelta esa famosa sentencia: “¿A quién va usted a creer, a mí o a sus propios ojos? Gracias a este mecanismo y a pesar de lo que vemos, los aficionados maños seguimos creyendo en nuestro Real Zaragoza. La mezcla de creencias y deseos genera convicciones. La realidad suele triturar este cóctel de pasiones, generando frustraciones. Los sinsabores que producen estos fracasos sólo se endulzan renovando cada temporada la fe, sin renunciar a la religión zaragocista. Y si la dosis no basta, porque el mono llega cada vez más pronto, la adicción nos obligará a renovar la creencia, un par de veces al año, con el míster profeta de turno.