José Mendi
CREER PARA VER
¿A quién va usted a creer, a mí o a sus propios ojos? (Sopa de Ganso, 1933)
Vemos para creer, siempre que lo que miremos esté de acuerdo con lo que pensamos. Pero si nuestras creencias no coinciden con las percepciones, no se preocupen: modificaremos la realidad para que se ajuste a nuestras ideas. Este complejo mecanismo psicológico, que utilizamos a diario, se convirtió en uno de los principios menguantes de los hermanos Marx. En la película “Sopa de ganso” (1933), Chico se disfraza de Groucho y suelta esa famosa sentencia: “¿A quién va usted a creer, a mí o a sus propios ojos? Gracias a este mecanismo y a pesar de lo que vemos, los aficionados maños seguimos creyendo en nuestro Real Zaragoza. La mezcla de creencias y deseos genera convicciones. La realidad suele triturar este cóctel de pasiones, generando frustraciones. Los sinsabores que producen estos fracasos sólo se endulzan renovando cada temporada la fe, sin renunciar a la religión zaragocista. Y si la dosis no basta, porque el mono llega cada vez más pronto, la adicción nos obligará a renovar la creencia, un par de veces al año, con el míster profeta de turno.
Carcedo ya no está con nosotros. Fue aburrido mientras duró
Carcedo ya no está con nosotros. Fue aburrido mientras duró. Se nos fue, dando un portazo a nuestros corazones, el día que mandó a Azón al vestuario frente al Oviedo. Se le ofreció reeducación para conmutar su condena. Entró y salió del pasillo de la muerte futbolística, sin saber si llegaba o se iba. Los jugadores estuvieron a muerte con él. Finalmente, consiguieron que pasara a mejor vida deportiva. Dudaron en la victoria sobre la bocina del Villarreal. Celebraron el primer gol, junto a su técnico, con un achuchón grupal. Nos recordaron a «El Abrazo» de Genovés y resulta que era un apretón de funeral. Desde aquel momento, nos invadió un sexto sentido a los seguidores maños que, como el niño que hablaba con Bruce Willis, a veces veíamos entrenadores junto a la línea de cal.
A Torrecilla, nacido el día del Gordo, le tocó la lotería cuando lo renovaron. Cuartero también nos dejó, aunque hacía mucho tiempo que se había ido
Carcedo, DEP (Diviértase En Paz). Estuvo con nosotros, pero nunca fue de los nuestros. Quedará en los márgenes de La Zaragoteca, como tantos otros entrenadores replicantes que hemos visto pasar y que se han diluido en la memoria, como lágrimas perdidas en la lluvia de sentimientos de nuestra Romareda. La familia Torrecilla (un director deportivo y su pandilla), tampoco eran de los nuestros. Quizás ni siquiera supieran quiénes eran los suyos. Es lo que tiene que te conozcan por tu segundo apellido. Le tocó la lotería el día que le renovaron -con ton, pero sin son-. Una suerte natural, ya que don Miguel nació el día del Gordo. Y Cuartero ¿es de los nuestros? Lo fue en algún momento. Pero ha preferido hacer de las suyas, y ser de los suyos. Nunca nos dejó, aunque hacía mucho tiempo que se había ido. ¡Qué tristes se quedan los solos! Pero ¡qué solos se quedan los tristes!
Quizá haya sido el fracaso más profesional de los últimos años en el banquillo. Querer y saber entrenar no es lo mismo que desear ejercer de técnico
La errática trayectoria del equipo nos ha cosido a puñaladas el sentimiento blanquillo. Una derrota pesada en Granada, la victoria tranquila de Tenerife, la desconexión de la nada frente al Andorra y la insulsa tristeza de la rendición contra un Alavés en inferioridad tienen algo en común. De un equipo amorfo se puede esperar lo inesperado. Lo curioso es que si los demás somos un desastre en nuestro trabajo, nos echan sin contemplaciones. La figura del despido procedente no debería ser una excepción cuando la ineficacia preside la jornada laboral de cada día. Muchos han entrado en este club con Forcén, pero sólo han salido con fórceps. En psicología patológica, si una personalidad se desestructura decimos que podría sufrir esquizofrenia. Pero ¿es posible desorganizar lo amorfo? Sí. No es nada fácil. Pero ese ha sido el gran triunfo de Carcedo. Para mí, el Ferrán Adrià del fútbol. Ha conseguido deconstruir un equipo, sin haber llegado a completar su identidad ni su organización. Incluso el crecimiento natural con el que se inició el Zaragoza en verano fue eclipsado por un otoño prematuro que provocó un entrenador que ejerció de hombre del mal tiempo. Analizado con ventaja de la perspectiva, quizá haya sido el fracaso más profesional de los últimos años en el banquillo. Lo que no es lo peor que nos puede pasar. Querer y saber entrenar no es lo mismo que desear ejercer de técnico. El míster que lleva dentro Carcedo se apoderó del entrenador y éste sobrepasó a la persona. Este comportamiento anuló la transformación de una plantilla en un equipo. El bucle estaba implantado en la cabeza de los jugadores. En ese momento, las piernas no acaban de responder, ni a las propias ideas ni a las indicaciones del cuerpo técnico. El esquizofútbol se había instalado en el césped, quizá no tanto en el vestuario. Lo fácil no es lo sencillo, ni lo simple es cómodo. No se rían, porque gracias a esta regla comemos muchos psicólogos.
La inteligencia artificial puede ser sustituida por la estupidez natural, pero la tecnología nunca podrá con los sentimientos
Al interferir en la conformación de un grupo, consigues que no llegue a integrarse, porque no se identifica ni consigo mismo, ni con quien lo dirige. Eso le ha ocurrido al ya ex entrenador. Aunque, en realidad, se ha esforzado para que haya sido así. Al técnico riojano no lo han echado los resultados, sino su gestión de un equipo en el que no ha integrado ni el sentido común ni a la afición. La inteligencia artificial puede ser sustituida por la estupidez natural, pero la tecnología nunca podrá con los sentimientos. Los zaragocistas nos hemos sentido como el personaje del anuncio de esa bebida isotónica que acude a una entrevista de trabajo para ser admitido como aficionado de este club. Nos dicen que tenemos carencias. Que necesitamos goles y victorias. Que nos consideran débiles tras sufrir tantos años en el infierno. “No hay nada que ustedes puedan aportar que nosotros no hagamos”, es la frase de despedida de esa replicante del fútbol como negocio. En ese momento, nuestro orgullo zaragocista responde: “ganas”. Eso es algo que nosotros tenemos y ustedes no. Nacemos con ellas y son las que nos empujan a reintentar algo una y otra vez. Hasta conseguirlo. Y sí, por el camino nos caemos, pero eso nos obliga a reimpulsarnos. La ilusión de cada temporada se nutre de la misma motivación que nos lleva a soñar o a querer despertar de esta pesadilla, que ya dura una década. Porque la energía zaragocista ni se crea ni se destruye. Sólo se transforma, en función de las necesidades que tiene nuestro equipo.
Todos veíamos las manchas en el club. Pero los nuevos propietarios no han ido a la tintorería hasta que la venta de camisetas comenzaba a peligrar
Esta semana, al menos, cobró sentido el lema de la campaña de abonados: «Lo mejor está por venir«. La frase más reciclable, en busca del eterno retorno a Primera. Todos veíamos las manchas en el club del león. Pero los nuevos propietarios no han ido a la tintorería hasta que la venta de camisetas comenzaba a peligrar. No tiene mucho sentido debatir sobre las absurdas decisiones pasadas de los nuevos dueños. Ese grupo inversor que comparte negocios e intereses del fútbol atlético y norteamericano. De hecho les llaman: los atmericanos. Quizás lo más simple sea pensar que la opción continuista era la más fácil y económica. La estrategia del top manta futbolístico era intentar un ascenso bueno, bonito y barato. Tras el tsunami de Agapito, y las mareas de la Fundación, era muy difícil que el guión de ‘Lo imposible’ (2012) se repitiera con el mismo final en nuestro club. La meta de un itinerario de ascenso necesita un plan. O más. Porque las alternativas deben contemplar medios, plazos, recursos y algo tan intangible como importante: el sentimiento de una afición que se cansa, pero que al mismo tiempo es inagotable al desaliento…de los demás. Deseamos que lo peor ya no esté por salir. Algunos se conformarían con recuperar un pasado digno, antes de seguir esperando el advenimiento de la Liga Santander. Con tanto directivo y técnico, de cuerpo presente deportivo, los aficionados somos de vitalidad permanente. Vivir el fútbol es sentirlo y disfrutarlo, incluso con sufrimiento. Si las crisis se repiten año tras año, el problema igual no es lo que haces, sino lo que eres. Los socios agradeceríamos un poco de tranquilidad entre tanto tiburón del balón. Más ocio y menos negocio.
Dani Marzo, un apostol de la fotografía, inmortalizó esta santísima trinidad en el paseíllo desde las oficinas hasta la presentación del nuevo técnico
El Real Zaragoza ya tiene nuevo técnico. De repente, iba andando junto a las oficinas de Eduardo Ibarra y el corazón me dio un vuelco. Les prometo que vi a Mourinho de entrenador blanquiazul. Tenía lógica… si en el club buscaban a un domador de leones. Luego, conforme me iba acercando, deduje que no podía ser el portugués, porque no parecía cabreado. Más bien tenía el gesto de un sacerdote amable, de tono sereno y gesto riguroso, que infunde paz a pesar del gremio. Llevaba un traje que le daba prestancia. La elegancia y el porte de sus andares me suscitaron otro pálpito. Estaba a punto de sufrir un zaragocictus, porque me pareció ver a un rejuvenecido George Clooney. Pero quien le acompañaba no era Julia Roberts. Más bien tenía un aire a un crecido Danny DeVito, en su época de pelambrera. La pareja que se acercaba hacia la sala de prensa blanquiazul y cogió un cierto aire místico. La presentación estuvo llena de significados. Se había escogido el 8 de noviembre, porque se veía la última luna llena del mes. Y no sólo eso. La fecha coincidía con el eclipse lunar total que, en parte, era visible desde Miami. Sin duda una metáfora que apuntaba maneras hacia el cambio de fase en nuestro club. Pero faltaba por llegar el momento mágico de la comparecencia. Mientras caminaba la pareja de protagonistas, la paloma del espíritu santo futbolístico se fusionó con ellos en una trinidad balompédica que inmortalizó con su cámara Daniel Marzo, ese apóstol de la fotografía. En esa imagen se desnudaba la humanidad de Sanhellí. Un director deportivo que utiliza los tirantes para exhibir el toque fucsia de sus calcetines, pero a quien sus pantalones le exigen una mayor cercanía al suelo para ponerse a la altura de sus talones. A su lado, Escribá ejerce de modelo de Emidio Tucci. Aunque podría haber servido, a la vez, una capsula de café mientras publicitaba la loción de Just for Men. Coincidían ambos en unas corbatas prácticamente similares. Aunque el nudo en la garganta muestra un exceso de tensión en el catalán, contrastando con la naturalidad pausada del valenciano.
Sanllehí dijo que el Real Zaragoza era un club sexy. En ese momento me esperaba lo peor… Temiendo que arrancara en modo boooomba
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Pena que no contemos con nuestro santo frente a un equipo tan cercano al clero divino. Cristian tiene las dos manos de Dios… y un codo satánico
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