Con miedo a perder es difícil ganar

Pablo Díaz Stalla

CON MIEDO A PERDER ES DIFÍCIL GANAR

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Igual que a Málaga, aunque aquí sí se consiguió, el Real Zaragoza viajó a Lugo con la premisa principal de que el rival no sumara los tres puntos

Cuando el miedo a perder es tan latente es difícil ganar y, además, da la impresión de estar jugando siempre el mismo partido… Existe la posibilidad -agotadora sólo de pensarlo- de que empatando los 12 encuentros que quedan, se consiga el objetivo de la salvación -47 puntos pueden ser suficientes ante la dificultad para sumar de los últimos clasificados-; pero faltando todavía tantas jornadas, tampoco podemos descartar alguna resurrección por el sur de la tabla y dar por hecho que será la condena de los otros la que nos salve. Hay que meter cuatro equipos por debajo -se tienen ahora mismo- y empezar a ganar algún partido para alejarlos todavía más, por lo que pueda pasar. Igual que en Málaga, aunque aquí sí se consiguió, el Real Zaragoza viajó a Lugo con la premisa principal de que el rival no sumara los tres puntos. Objetivo de mínimos, que nos distancia un punto más del peligro gracias al triunfo posterior del Cartagena ante la Ponferradina. Octavo empate a cero de la temporada -el récord sigue creciendo-, que nos muestra como un equipo solidario sin balón, difícil de superar si se muestra intenso; si bien, nos cuesta saber qué hacer con la pelota, derritiéndonos lastimosamente cuando encontramos una clara ocasión de gol.

El conjunto aragonés ganó en intensidad tras el descanso, y sin ser muy superior a su rival, mereció la victoria y acumuló dos ocasiones clarísimas

Llamó la atención que el Lugo, jugándose una de sus últimas opciones para obrar el milagro de la permanencia, no saliera con los ojos inyectados en sangre y le cediera el balón y la iniciativa al rival. Aunque el Zaragoza, maniatado por ese vértigo a la derrota que comentamos, apenas aceptaba pasarse el balón entre sus centrales, sin encontrar líneas de pase a los centrocampistas, y terminando con balones largos carentes de cualquier remitente en el sobre. Cuando el balón lo recuperaban los locales, el conjunto aragonés tampoco se atrevía a una presión alta: dejando a Simeone solo contra todos, ya que Bermejo le acompañaba poco desde la mediapunta. Escribá probó con esta modificación, dando entrada a Grau en un doble pivote con Zapater y desplazando a Francho a banda derecha. La idea era que Bermejo apareciera a la espalda de los mediocentros del Lugo, liberándole además el carril a Luna para que se proyectara. Faltó decisión y precisión. Apenas otro zurriagazo de Bebé en el minuto uno, que golpeó la cruceta de Whalley con la violencia habitual, pudo variar el resultado. El Real Zaragoza ganó en intensidad tras el descanso, y sin ser muy superior a su rival, mereció la victoria y acumuló dos ocasiones clarísimas. Sólo la ansiedad y la falta de pausa en la finalización, tanto de Giuliano después de una maravillosa acción individual y luego de Larra -en un pase de la muerte a Gueye, que fue mortal para nosotros…- lo evitaron.

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