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3 comentarios en “CANARIO (45′), abril 2022”
César cesargarcialahoz@gmail.com
Hola amigos:
Que maravilla de entrevista, entrañable Darcy y sin complejos. Si se propone para Presidente de Honor tiene mi voto, por leyenda, por zaragocista y por zaragozano!
Saludos.
César.
No vi jugar a Canario, o por lo menos no me acuerdo. Era demasiado pequeño para ello, pero no para oír repetidamente durante mi infancia su nombre una y otra vez: Canario, Santos, Marcelino, Villa y Lapetra. Ya saben.
En mi imaginario infantil estaban como autoridades los maestros de aquel jardín de infancia y los curas del posterior colegio al que fui. Por encima estaban los padres, claro, pues con ellos se convive al cincuenta por ciento entre semana y al cien durante el fin de semana.
Te hacían entre todos comprender que por encima de todos ellos había una autoridad superior que era Dios. Dios estaba presente a diario: al entrar en clase se rezaba, entre clase se rezaba, había una misa semanal y obligatoria la del domingo. Comunión semanal, catecismo diario.
Así transcurría la vida de los infantes.
Y luego estaban Los Magníficos. Yo no sabía ni qué ni quiénes eran. Sólo sabía que eran un ente superior, algo místico, algo genuino, algo de lo que todo el mundo hablaba y todo el mundo conocía. Eran, por tanto, algo superior a Dios. Era lo máximo, el culmen. Yo los imaginaba algo así como unos “superjueces”, que tenían la verdad absoluta y la palabra final. Que eran buenos, calurosos e infalibles, y que de ahí su nombre.
¡Qué infeliz! … Y resulta que tenía razón. Aunque terrenal, eran algo bueno. Muy bueno.
De Canario quiero aportar dos anécdotas personales.
Habrían pasado solo unos pocos años de su retirada y acudía a los partidos de La Romareda habitualmente con uno de sus hijos, por cierto, con gran parecido físico a su padre. Yo me quedaba por allí degustando el ambiente post-partido y, en la Tribuna de Preferencia, solía aparecer Darcy saludando a tanta gente que se le acercaba.
Recuerdo que hablaba con socios veteranos de entonces, hoy seguro hace tiempo fallecidos, y yo observaba a la expectativa. Se fue. Y se quedaron los socios hablando entre ellos. Se acercaban otros. Y el protagonista de la charrada repetía a unos y a otros lo gran persona que era Canario, “qué gran chaval”, “qué buena persona que es”. Pongamos que Darcy tuviera entonces unos 40 años. Me impresionó escuchar a aquel casi anciano (escudo del Real en la solapa, quizás fuera directivo) repetir esos elogios sobre un futbolista. Para mí, un crío, fue algo inaudito: hablaba de la persona de Darcy, no de un futbolista.
Voy con la segunda. Y aunque no hubiese escuchado la entrevista de Javi y Alfonso la empezaría igual. Pero me alegro aún más así si cabe.
En efecto. Él suele, o solía, ir a comprar el pan. En la misma panadería a la que yo iba hace unos años cuando vivía en el entorno de esta. En mi caso por cercanía y por considerarla la de mejor o una con las mejores calidades de Zaragoza (tiene dos establecimientos, y hasta aquí puedo escribir) y en su caso por la primera razón seguro, y supongo que también por la segunda.
Lo había visto alguna vez. Pero por respeto y prudencia no le había dicho nunca nada, ya saben, entre la clientela, con las barras y/o magdalenas en las manos, guardando los cambios en el monedero. No parecía oportuno.
Pero discurriendo aquella desdichada época, sería alrededor de 2013 o por ahí (háganse cargo), por el reconocimiento que le profeso, unido a aquel momento en que no había nadie más que él y yo en la tienda… seguramente pensé que ese sí era el adecuado para expresarle mi admiración y pedirle un consuelo o un consejo sobre la delicada situación que atravesaba nuestro Real Zaragoza.
Así que, convencido de ello, le eché la mano al hombro, le dediqué una mínima sonrisa y directamente le dije alguna frase, que no recuerdo, referida a la preocupación por lo que estaba pasando. Y esperé su reacción, claro.
No me contestó. Cogió sus cambios y se fue.
No lo entendí. Pensé que yo había hecho el ridículo y que quizás le molesté.
Poco tiempo después ya sí lo comprendí. Simplemente tuve que conectar los dos momentos que viví respecto a su figura. Y acordarme, para relacionarlas, de las palabras de aquel socio veterano: tenía razón. No eran palabras huecas. En el momento de la conexión agradecí haber vivido aquel lejano recuerdo, y admiré y quise aún más a aquel anciano que ahora me hacía admirar y querer aún más a Darcy.
Darcy Silveira ya era así. Es así. Un buen hombre. Es incapaz de entrar en una conversación en torno al Real Zaragoza si intuye que pueda ser para hablar sobre algo o alguien malo o triste relacionado con el club, por mucha razón que se tenga.
No era nada contra mí. Segura e internamente hasta le alegraría que alguien más joven le reconociera y le mostrara cariño hacia él y hacia el Real Zaragoza.
Porque a veces una abstención significa más que un voto a favor o en contra.
Ocurre cuando una abstención es un voto de silencio.
Y es significativa, valorable y creíble cuando quien la ejerce es una persona honrada y pura de espíritu.
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Hola amigos:
Que maravilla de entrevista, entrañable Darcy y sin complejos. Si se propone para Presidente de Honor tiene mi voto, por leyenda, por zaragocista y por zaragozano!
Saludos.
César.
Hola, César!
Darcy es es un ser humano impresionante. Para nosotros es un auténtico lujo que quisiera que le entrevistáramos
Abrazo grande
No vi jugar a Canario, o por lo menos no me acuerdo. Era demasiado pequeño para ello, pero no para oír repetidamente durante mi infancia su nombre una y otra vez: Canario, Santos, Marcelino, Villa y Lapetra. Ya saben.
En mi imaginario infantil estaban como autoridades los maestros de aquel jardín de infancia y los curas del posterior colegio al que fui. Por encima estaban los padres, claro, pues con ellos se convive al cincuenta por ciento entre semana y al cien durante el fin de semana.
Te hacían entre todos comprender que por encima de todos ellos había una autoridad superior que era Dios. Dios estaba presente a diario: al entrar en clase se rezaba, entre clase se rezaba, había una misa semanal y obligatoria la del domingo. Comunión semanal, catecismo diario.
Así transcurría la vida de los infantes.
Y luego estaban Los Magníficos. Yo no sabía ni qué ni quiénes eran. Sólo sabía que eran un ente superior, algo místico, algo genuino, algo de lo que todo el mundo hablaba y todo el mundo conocía. Eran, por tanto, algo superior a Dios. Era lo máximo, el culmen. Yo los imaginaba algo así como unos “superjueces”, que tenían la verdad absoluta y la palabra final. Que eran buenos, calurosos e infalibles, y que de ahí su nombre.
¡Qué infeliz! … Y resulta que tenía razón. Aunque terrenal, eran algo bueno. Muy bueno.
De Canario quiero aportar dos anécdotas personales.
Habrían pasado solo unos pocos años de su retirada y acudía a los partidos de La Romareda habitualmente con uno de sus hijos, por cierto, con gran parecido físico a su padre. Yo me quedaba por allí degustando el ambiente post-partido y, en la Tribuna de Preferencia, solía aparecer Darcy saludando a tanta gente que se le acercaba.
Recuerdo que hablaba con socios veteranos de entonces, hoy seguro hace tiempo fallecidos, y yo observaba a la expectativa. Se fue. Y se quedaron los socios hablando entre ellos. Se acercaban otros. Y el protagonista de la charrada repetía a unos y a otros lo gran persona que era Canario, “qué gran chaval”, “qué buena persona que es”. Pongamos que Darcy tuviera entonces unos 40 años. Me impresionó escuchar a aquel casi anciano (escudo del Real en la solapa, quizás fuera directivo) repetir esos elogios sobre un futbolista. Para mí, un crío, fue algo inaudito: hablaba de la persona de Darcy, no de un futbolista.
Voy con la segunda. Y aunque no hubiese escuchado la entrevista de Javi y Alfonso la empezaría igual. Pero me alegro aún más así si cabe.
En efecto. Él suele, o solía, ir a comprar el pan. En la misma panadería a la que yo iba hace unos años cuando vivía en el entorno de esta. En mi caso por cercanía y por considerarla la de mejor o una con las mejores calidades de Zaragoza (tiene dos establecimientos, y hasta aquí puedo escribir) y en su caso por la primera razón seguro, y supongo que también por la segunda.
Lo había visto alguna vez. Pero por respeto y prudencia no le había dicho nunca nada, ya saben, entre la clientela, con las barras y/o magdalenas en las manos, guardando los cambios en el monedero. No parecía oportuno.
Pero discurriendo aquella desdichada época, sería alrededor de 2013 o por ahí (háganse cargo), por el reconocimiento que le profeso, unido a aquel momento en que no había nadie más que él y yo en la tienda… seguramente pensé que ese sí era el adecuado para expresarle mi admiración y pedirle un consuelo o un consejo sobre la delicada situación que atravesaba nuestro Real Zaragoza.
Así que, convencido de ello, le eché la mano al hombro, le dediqué una mínima sonrisa y directamente le dije alguna frase, que no recuerdo, referida a la preocupación por lo que estaba pasando. Y esperé su reacción, claro.
No me contestó. Cogió sus cambios y se fue.
No lo entendí. Pensé que yo había hecho el ridículo y que quizás le molesté.
Poco tiempo después ya sí lo comprendí. Simplemente tuve que conectar los dos momentos que viví respecto a su figura. Y acordarme, para relacionarlas, de las palabras de aquel socio veterano: tenía razón. No eran palabras huecas. En el momento de la conexión agradecí haber vivido aquel lejano recuerdo, y admiré y quise aún más a aquel anciano que ahora me hacía admirar y querer aún más a Darcy.
Darcy Silveira ya era así. Es así. Un buen hombre. Es incapaz de entrar en una conversación en torno al Real Zaragoza si intuye que pueda ser para hablar sobre algo o alguien malo o triste relacionado con el club, por mucha razón que se tenga.
No era nada contra mí. Segura e internamente hasta le alegraría que alguien más joven le reconociera y le mostrara cariño hacia él y hacia el Real Zaragoza.
Porque a veces una abstención significa más que un voto a favor o en contra.
Ocurre cuando una abstención es un voto de silencio.
Y es significativa, valorable y creíble cuando quien la ejerce es una persona honrada y pura de espíritu.
Darcy Canario, por ejemplo.