LA ISLA DEL TESORO
El Real Zaragoza aprovecha la falta de efectividad de los locales en los primeros minutos para encontrar oro en Tenerife, gracias al doblete del renacido Vada. Mollejo fue una pesadilla para el rival y Petrovic lideró el corazón de la resistencia
Javi Hernández (@SepiaHdez)
Archivo Alfonso Reyes (@Futbolgrafo)
Sería un exceso decir que el viaje a Tenerife le ha cambiadio la vida al Real Zaragoza, pero es una feliz evidencia que se la ha mejorado. Una derrota habría arreciado la tormenta contra Carcedo, comprimiendo hasta la asfixia el ambiente del martes en La Romareda, al que el equipo podía haber llegado en posiciones de descenso. Este triunfo, poco sospechado en su gestación, cuando Vada supo rematar un muy buen taconazo de Mollejo para esterilizar el peligro inicial de los locales, supone todo un tesoro y abre la esperanza de convertir en fantástica -lo sería si se consiguen sumar siete puntos de nueve- la semana en la que parecían ya encargadas las coronas de flores para subir a Torrero.
No ha merecido la pena esperar a Vada 12 jornadas, en nombre de un instinto goleador que apenas demostró la temporada pasada, pero el argentino se reencontró con su yo más eficiente para mandar a guardar dos balones mientras pedía perdón a su anterior afición. El primero le cambió la ijnclinación al choque, demasiado vencida hacia la portería de Cristian en el cuarto de hora inicial, y el segundo mostró su fútbol más vertical y afilado, castigando a Sipcic al espacio y cruzándola suave y delicada ante la salida de Soriano, quien ya acumulaba un infarto y un milagro, ambos ante Simeone.
No hacia falta ser un lince ibérico para darse cuenta de que este poroso y apocado Real Zaragoza necesitaba del carácter y de la piel cuarteada de Mollejo y de Petrovic, respectivamente. Ambos, junto a los anunciados regresos de Simeone, Francés y Vada, fueron las principales novedades de una alineación que generaba notables dudas a la hora de ordenar los once nombres elegidos. Quizá un 4312, con Mollejo y Simeone en punta, hubiera sido el dibujo que mejor les encajara. Sólo había un pero: aún no hemos jugado así en toda la temporada…
Conociendo las preferencias de Carcedo, imaginábamos un chiriante 4231, con Molina de mediapunta, Mollejo por derecha y Vada por izquierda. Así comenzó siendo, aunque Petrovic empezó incrustándose entre los centrales para sacar la pelota y la posesión nos duraba tan poco que se terminó empadronando ahí. Molina se soltaba para presionar demasiado arriba, como lo hizo Francho durante muchas jornadas, aunque de manera bastante más lastimosa: el físico le acompaña a Molina para pocas cosas en esta categoría y una de ellas no es, ni de lejos, desempeñar ese papel.
Se daba la frustrante paradoja de que el Real Zaragoza apostaba por tres mediocentros en su alineación y el Tenerife combinaba con comodidad, ante la soledad de Grau en el circulo central. Sin proponer ningún exceso, apenas circulando el balón con critrerio y disfrutando de la compañía nada molesta de su rival, Nacho, Dauda y Mellot enroscaban centros en busca del remate de Gallego y de Romero, obligando a Cristian a multiplicarse demasiado pronto como para imaginar ningún final feliz.
Mollejo ya había avisado con la zurda desde fuera del área unos minutos antes de prolongar de tacón un centro de Larra, para que Vada se anticipara a su defensor y fusilara impiadoso a Soriano. El equipo que necesitaba tantas ocasiones para marcar, y que ya hasta le costaba generarlas, gritaba gol y se adelantaba en el marhcador antes de acumular apenas méritos para ello. Bienvenido sea el anacronismo. El gol supuso un inesperado golpe en el mentón de los locales, del que no se recuperaron. Sólo algún posible error en el empeño por salir jugando podía recuoperar anímicamente a un Tenerife de cristalina moral.
Simeone estuvo invisible durante la primera mitad, pero salió con el depósito de veneno a rebosar en la segunda. Tras probar Vada un buen disparo con la zurda, Giuliano se mide con Mellot y Sipcic a campo abierto: alcanza los 34 kilómetros por hora de punta de velocidad y sólo le falta rozar el freno, para que el balcánico le atropellara justo antes de entrar en el área y fuera amonestado irremediablemente. El miedo ya estaba inocuulado y apenas unos minutos más tarde, justo después de que entre Cristian y Fuentes le negaran el empate a Romero, Simeone aprovecha una indecisión entre Soriano y León para estirar la pierna, interceptar el balón y que éste se estrelle en el palo. Milagrosamente, no se queda muerta para que Mollejo la empuje a portería vacía.
Petrovic atropelló a Enric Gallego frente al banquillo y se cargó con una amarilla evitable. Carcedo tragó saliva y, al contrario de lo que decidió ante el Oviedo, mantuvo al serbio hasta el final del choque. Simeone se adelantó a Nacho, a la salida de un córner impecablemente sacado por Manu Molina -lo mejor que hizo en el partido, y Soriano manoteó el balón cuando ya había superado su estirada y se colaba en su portería. El partido vivía sus minutos de mayor vértigo. Francés jugó con fuego ante Dauda dentro del área, tratando de cargar contra su hombro y encontrando más espalda que otra cosa.
Mollejo ganó por arriba el siguiente balón en largo, Simeone le dio continuidad y Vada atacó el corazón del área rival para gritar el segundo, su segundo, y repetir esa liturgia moderna algo ridícula cuando el daño que provocas no es irreparable. Hay días que no sabes exactamente cómo o por qué, pero sientes que vas a ganar. Anoche fue uno de ellos. Ni siquiera los cambios siempre desconcertantes de Carcedo pudieron evitarlo. El bigoleador y un notable Larra fueron los primeros sustituidos, por Gámez y Lasure; mientras que Mollejo -el mejor, de largo- y un desubicado y menguante Molina dejaron su lugar a Puche y a Zapater.
Los gemelos de Grau dijerion basta a falta de cinco minutos y Jair lo sustituyó, pasando Petrovic a un doble pivote junto a Zapater y acabando con un 541 ante un Tenerife, incapaz de acortar distancias y provocar medio escalofrío en el rival. Las sustituciones visitantes, más allá de la de Molina, sólo pueden explicarse porque Vada -y en mayor medida-, Larra y Mollejo vayan a ser titulares ante el Andorra el próximo martes. Ambos dieron vuelo y protagonisra a una banda derecha que fue de lo más destacado de un Real Zaragoza que depende de que su cuerpo técnico haga un diagnóstico certero del equipo que dirige: ser más incómodos en la salida de balón del rival que pulcros en la propia, apostar sólo por los pies que vayan acompañados de piernas, levantar cemento delante de los centrales y rociar de gasolina el frente de ataque. Si nos enteramos de lo que somos, o de lo que debemos ser, habremos encontrado en la isla un tesoro aún mayor que este triunfo vital. Disfrutaremos de una identidad competitiva y quizá nos dé para llegar donde nadie todavía imagina.
CD TENERIFE: Soriano; Mellot, León, Sipcic, Nacho; Aitor Sanz (José Ángel, 60′), Teto (Alassan, 72′), Romero (Garcés, 60′); Larrea (Alonso, 72′), Mo Dauda (Appiah, 81′) y Enric Gallego.
REAL ZARAGOZA: Cristian; Larra (Fran Gámez, 73′), Francés, Lluís López, Gabi; Manu Molina (Zapater, 77′), Jaume (Jair, 84′), Petrovic; Mollejo (Puche, 77′), Vada (Lasure, 73′) y Giuliano.
ÁRBITRO: Víctor García Verdura. Amonestó a Petrovic (50′), Nacho (64′), Enric Gallego, (76′), Jurado (88′) y Gámez (88′).
GOLES: 0-1 Vada, 25′. 0-2, Vada, 67′.
INCIDENCIAS: Partido correspondiente a la decimotercera jornada de Liga, disputado en el Heliodoro Rodríguez López.

vamos paso a paso, de momento portería a cero, lo que no es poca cosa.